El tablero mundial
Cómo se ejerce el poder y por qué Estados Unidos ya no puede ejercerlo
Desde que la vida es lo que es y, sobre todo, desde que existen los imperios y compiten entre sí, son muchos los que quieren definir la naturaleza del poder. En realidad no es un concepto tan complejo: es conseguir que los demás hagan lo que deseas. En el caso de un país, el poder es convertir tus objetivos en las metas del resto y someter a los que discrepan frontalmente.
Desde esta perspectiva, resulta sencillo establecer cuatro formas de poder: el comercial, el diplomático, el militar y el cultural. Todas las vías están completamente interrelacionadas. Es evidente que una potencia comercial refuerza su atractivo cultural; y que una potencia militar, goza de una extraordinaria capacidad diplomática. Así mismo, parece obvio que la diplomacia depende mucho de la admiración que despierte la forma de ser de un país, mientras que en un mundo globalizado son los recursos del comercio los que financian los tanques y los misiles.
Es habitual nombrar la inversión en armamento y el despegue económico de una sociedad como los dos pilares de la influencia política. A mí siempre me ha sorprendido que muchos historiadores, sin necesidad de ser analistas de Relaciones Internacionales, hayan guardado un educado silencio ante semejante barbaridad. Desde esta perspectiva, nadie sabría explicar por qué Metternich conservó la influencia de un imperio Austro-Húngaro en declive durante el Congreso de Viena; tampoco sabríamos los motivos de que Francia, por cortesía del Cardenal Richelieu, hubiera conseguido preservar su hegemonía a costa de mantener desunida Europa Central; no hace falta añadir que Bismarck no habría evitado la guerra entre Austria y Rusia por los Balcanes al crear la Liga de los Tres Emperadores. En todos los casos se evitaron muertes, se construyeron imperios o se mantuvo una influencia de primera línea por medio de tratados. Es más, los períodos más pacíficos de la historia europea antes de la Segunda Guerra Mundial fueron garantizados por acuerdos jurídicos que no tenían por qué incluir ningún elemento comercial o militar.
Los historiadores pueden perdonarles el desconocimiento de su propia materia, sin embargo los analistas deberían ser los primeros en rechazar esos argumentos. Los dos principales conceptos que han marcado los últimos cincuenta años son la Guerra Fría y la globalización. La Guerra Fría fue, a pesar de algunos enfrentamientos puntuales (y muy sangrantes), una confrontación fundamentalmente diplomática. El potencial militar se subordinó a la estrategia de la contención, el realismo político, y la Doctrina Carter: La primera fue diseñada por el analista y embajador George Kennan y puesta en práctica por todos los gobiernos hasta Nixon; la segunda fue sistematizada y aplicada por Henry Kissinger en la Secretaría de Estado; y la tercera fue apuntalada por otro gran experto en diplomacia y Asesor de Seguridad Nacional, Zbigniew Brzezinski, con el ánimo de recuperar el sentido de la contención y aplicarla a los intereses americanos en Oriente Medio. En el caso de la globalización, es muy evidente que ésta nunca hubiera sido posible sin los acuerdos e instituciones internacionales que, por cierto, dieron más importancia en un principio al respeto de los derechos humanos que a los intercambios comerciales (desde la Sociedad de Naciones de Wilson hasta la ONU). En definitiva, los dos acontecimientos históricos más importantes de nuestros días, no hubieran sido posibles sin el compás y las reglas de la diplomacia.
Por si fuera poco, ese triste binomio de crecimiento económico y armas pierde una perspectiva esencial para su propia supervivencia. No es la salud económica lo que ha construido la influencia de los imperios en ninguna de las eras de nuestro mundo. La clave siempre ha estado en la capacidad de comerciar con el superávit de la producción , además de invertirlo en cañones y tanquetas. Los ejemplos son muy abundantes pero el Imperio Británico es sin duda el más evidente, porque apoyó su dominio, oh sorpresa, en el libre tránsito de capitales y materias primas con sus colonias ¿Por qué la Unión Soviética, que había aguantado durante sesenta años armada hasta los dientes, se vio precipitada a la desaparición al tener que igualar la inversión reaganiana en defensa? Pues porque había construido un mercado tan ineficiente con sus países satélites que, a pesar de estar llena de materias primas y de contar con el poderío económico inicial de Moscú, su comercio no fue capaz ni de contener las hambrunas ni de financiar más armas. Otra pregunta incómoda: ¿qué es lo que está haciendo poderosa a China, su crecimiento económico o que éste sea el fruto de los intercambios comerciales que mantiene con todas las potencias desarrolladas? Como conclusión, deberíamos decir que cuanto mayores sonlos intercambios entre dos países, menos posibilidades hay de que entren en guerra.
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