Saturday, May 20, 2006

CINE: ERES MUY GUAPO

El don de la perseverancia, examinado desde prismas dispares

Cercano ya el verano, las mejores propuestas cinematográficas son aquellas que contrastan mucho entre sí, y que ponen de relieve cosas bien distintas, siempre en clave positiva. Ése es el propósito de este número: una estupenda comedia francesa y un contundente drama histórico.

ERES MUY GUAPO
Vuelve la buena comedia francesa a la cartelera española de la mano de la veterana actriz y guionista Isabelle Mergault, que debuta como directora con esta espléndida película que se ha convertido en Francia en la comedia de la temporada. En concreto, ha sido vista por más de tres millones de espectadores y ha recaudado en salas más de 17 millones de euros.
El filme narra las andanzas de Aymé, un hombre terco de mediana edad, casado y sin hijos, que se ha criado en el campo y se dedica a cuidar sus tierras junto a su esposa. La fatalidad llega a la granja donde vive la pareja cuando la esposa de Aymé, Huguette, fallece a consecuencia de un accidente laboral. Aymé se ve incapaz de realizar con efectividad las tareas del hogar, que sólo realizaba su esposa. De modo que sus amigos le convencen para que acuda a una agencia matrimonial y encuentre allí a una mujer que se ajuste a sus necesidades. Su peculiar encuentro en Rumanía con la joven Elena cambiará la vida de ambos.
Esta emotiva película, muy bien interpretada, cuenta con un reparto de altos vuelos, en los que sobresale la pareja protagonista, formada por Michel Blanc y Medea Marinescu. Cabe destacar que esta actriz rumana no hablaba francés y tuvo que aprender durante el rodaje, aspecto que dota al personaje de Elena de una mayor frescura y credibilidad.
Por otro lado, los diálogos son vivos y ágiles, y mantienen el tono cómico de la historia a lo largo de todo el metraje. Aunque la puesta en escena es sobria, la banda sonora ayuda a comprender las sensaciones de todos los intérpretes. Una subtrama paralela enriquece la humanidad y honestidad de la historia, y evita que la película se desvíe por tortuosos derroteros sentimentales.
Mergault introduce una pizca de humor negro y desmitifica levemente el dolor humano. Pero estos recursos no estropean esta producción entretenida, familiar, positiva, sincera y exenta de sensiblería, donde las carcajadas están aseguradas. Además, propone reflexiones valiosas sobre los contrastes entre culturas, subraya el valor del matrimonio y la maternidad, y afronta de cara la soledad de tanta gente y sus dificultades para las relaciones sentimentales.

BUENAS NOCHES, Y BUENA SUERTE
Buenas noches, y buena suerte es la crónica del auténtico enfrentamiento entre Edward R. Murrow, presentador de noticias en la televisión americana en los años 50, y el senador Joseph McCarthy y el Comité de Actividades Antiamericanas. Con la firme voluntad de informar de los hechos e ilustrar a la audiencia, Murrow y su incondicional equipo -capitaneado por su productor Fred Friendly y Joe Wershba desde la sala de redacción de la CBS- hacen frente a las presiones corporativas y de los patrocinadores para examinar las mentiras y las tácticas alarmistas perpetradas por McCarthy durante su “caza de brujas” comunista.
El hecho de que George Clooney saltara a la fama gracias a la televisión puede ayudarnos a comprender su breve pero interesantísima carrera como director de cine. En su ópera prima, Confesiones de una mente peligrosa -además de tratar el tema sobre la guerra fría- se centraba también en el nacimiento del fenómeno de la “telebasura”.
En Buenas noches, y buena suerte, Clooney dirige en tono documental y en blanco y negro una historia basada en hechos reales, que expresa los tiempos oscuros vividos entonces. En efecto, el tema de la guerra fría vuelve a estar presente (representada por la escalofriante doctrina McCarthista) y el de la televisión (ofreciendo una contundente representación del mundo periodístico). Este último tema queda muy bien reflejado en el genial monólogo final de David Strahairn (fantástico en su papel de Edward R. Murrow), del que se desprende que la televisión, con su condición de mass media debería de comprometerse con la realidad social para convertirse en un instrumento de información en defensa de la verdad.
La cinta tiene el lastre de otros telefilmes similares: puesta en escena teatral y hermética, insertos de grabaciones de la época, mucho primer plano y muchísimos interiores. Lo cual esta vez le viene de perlas a una película que desea mostrar los entresijos de la televisión de los años 50. Buenas noches, y buena suerte, además, tiene suficiente calidad para estar un peldaño por encima de un telefilme con contenido político.
Es una lástima las deficiencias halladas en la caracterización de los personajes. El filme no ha querido entrar en la cotidianeidad personal, a excepción de la subtrama entre Robert Downey Jr. y Patricia Clarkson. También su contexto histórico está muy limitado, y queda coja la época que retrata.
Sin embargo, Clooney realiza un gran trabajo de dirección (dominio con la cámara, y sabia selección de archivo documental de la época). Todo es modélico en esta narración en la que se exalta el riesgo y la obligatoriedad de defender por encima de todo la sagrada libertad de expresión en las democracias amenazadas. Atención a las canciones interpretadas por Dianne Reeves.

José Luis Panero

Desde Bruselas: El tablero mundial (1 de 2)

Weekend Update presenta a Think Thanker, analista internacional que, como el resto del equipo, empieza su andadura en el mundo. En su primera colaboración, hace una reflexión de porqué EEUU ya no es la potencia que era. Se ha hablado mucho de la "decadencia estadounidense" pero hé aquí unos argumentos bien construidos que lo explican.

El tablero mundial
Cómo se ejerce el poder y por qué Estados Unidos ya no puede ejercerlo


Desde que la vida es lo que es y, sobre todo, desde que existen los imperios y compiten entre sí, son muchos los que quieren definir la naturaleza del poder. En realidad no es un concepto tan complejo: es conseguir que los demás hagan lo que deseas. En el caso de un país, el poder es convertir tus objetivos en las metas del resto y someter a los que discrepan frontalmente.

Desde esta perspectiva, resulta sencillo establecer cuatro formas de poder: el comercial, el diplomático, el militar y el cultural. Todas las vías están completamente interrelacionadas. Es evidente que una potencia comercial refuerza su atractivo cultural; y que una potencia militar, goza de una extraordinaria capacidad diplomática. Así mismo, parece obvio que la diplomacia depende mucho de la admiración que despierte la forma de ser de un país, mientras que en un mundo globalizado son los recursos del comercio los que financian los tanques y los misiles.

Es habitual nombrar la inversión en armamento y el despegue económico de una sociedad como los dos pilares de la influencia política. A mí siempre me ha sorprendido que muchos historiadores, sin necesidad de ser analistas de Relaciones Internacionales, hayan guardado un educado silencio ante semejante barbaridad. Desde esta perspectiva, nadie sabría explicar por qué Metternich conservó la influencia de un imperio Austro-Húngaro en declive durante el Congreso de Viena; tampoco sabríamos los motivos de que Francia, por cortesía del Cardenal Richelieu, hubiera conseguido preservar su hegemonía a costa de mantener desunida Europa Central; no hace falta añadir que Bismarck no habría evitado la guerra entre Austria y Rusia por los Balcanes al crear la Liga de los Tres Emperadores. En todos los casos se evitaron muertes, se construyeron imperios o se mantuvo una influencia de primera línea por medio de tratados. Es más, los períodos más pacíficos de la historia europea antes de la Segunda Guerra Mundial fueron garantizados por acuerdos jurídicos que no tenían por qué incluir ningún elemento comercial o militar.

Los historiadores pueden perdonarles el desconocimiento de su propia materia, sin embargo los analistas deberían ser los primeros en rechazar esos argumentos. Los dos principales conceptos que han marcado los últimos cincuenta años son la Guerra Fría y la globalización. La Guerra Fría fue, a pesar de algunos enfrentamientos puntuales (y muy sangrantes), una confrontación fundamentalmente diplomática. El potencial militar se subordinó a la estrategia de la contención, el realismo político, y la Doctrina Carter: La primera fue diseñada por el analista y embajador George Kennan y puesta en práctica por todos los gobiernos hasta Nixon; la segunda fue sistematizada y aplicada por Henry Kissinger en la Secretaría de Estado; y la tercera fue apuntalada por otro gran experto en diplomacia y Asesor de Seguridad Nacional, Zbigniew Brzezinski, con el ánimo de recuperar el sentido de la contención y aplicarla a los intereses americanos en Oriente Medio. En el caso de la globalización, es muy evidente que ésta nunca hubiera sido posible sin los acuerdos e instituciones internacionales que, por cierto, dieron más importancia en un principio al respeto de los derechos humanos que a los intercambios comerciales (desde la Sociedad de Naciones de Wilson hasta la ONU). En definitiva, los dos acontecimientos históricos más importantes de nuestros días, no hubieran sido posibles sin el compás y las reglas de la diplomacia.

Por si fuera poco, ese triste binomio de crecimiento económico y armas pierde una perspectiva esencial para su propia supervivencia. No es la salud económica lo que ha construido la influencia de los imperios en ninguna de las eras de nuestro mundo. La clave siempre ha estado en la capacidad de comerciar con el superávit de la producción , además de invertirlo en cañones y tanquetas. Los ejemplos son muy abundantes pero el Imperio Británico es sin duda el más evidente, porque apoyó su dominio, oh sorpresa, en el libre tránsito de capitales y materias primas con sus colonias ¿Por qué la Unión Soviética, que había aguantado durante sesenta años armada hasta los dientes, se vio precipitada a la desaparición al tener que igualar la inversión reaganiana en defensa? Pues porque había construido un mercado tan ineficiente con sus países satélites que, a pesar de estar llena de materias primas y de contar con el poderío económico inicial de Moscú, su comercio no fue capaz ni de contener las hambrunas ni de financiar más armas. Otra pregunta incómoda: ¿qué es lo que está haciendo poderosa a China, su crecimiento económico o que éste sea el fruto de los intercambios comerciales que mantiene con todas las potencias desarrolladas? Como conclusión, deberíamos decir que cuanto mayores sonlos intercambios entre dos países, menos posibilidades hay de que entren en guerra.

EL MUNDO. Cruzada negra contra Zaplana

Que en Moncloa hay personas non gratas no es una novedad. Que Zaplana está entre esas personas, tampoco. Es normal, ¿no? En las discotecas no entra cualquiera, y en un sitio que es apenas mejor, una cuna de víboras, chorizos (Montila... los mil millones) y de incompetentes... pues qué quieren que les diga, no todo el mundo puede entrar.

Lo que es una novedad, eso sí, es observar las maquinaciones de un gobierno que de demócrata tiene la etiqueta y nada más, y de unos medios afines que de críticos con el gobierno no tienen nada, que de "independientes", narices, y que son de la mañana porque les da por ahí, porque parece que las noticias se las traen preparadas.

Y cuando la obsesión de un gobierno por destruir la figura de un opositor eficaz como es Eduardo Zaplana, uno de los pocos políticos que le canta sus verdades todos los Miércoles a de la Vega y a ZP, pues esto pasa de claro a oscuro. Sí, sí, es una obsesión. Una cruzada negra contra todo lo que no sea o huela a izquierdas. Y su primera victima es Zaplana. Tiene que ser Zaplana.

Les diré que no está planteada a la ligera: en su estado actual, el PP es un castillo de Naipes, en el que la dedocracia de Aznar ha impuesto a un líder débil, y de los dos "mamporreros" populares, uno balbucea. Cuando algunos líderes regionales flirtean con los nacionalistas -esos mismos que forjaron en pacto del Tinell y que ahora se sacan los ojos-, vemos que ni hay partido ni hay leches. Zaplana está básicamente solo contra el gobierno, y yo le deseo la mejor de las suertes. La verdad es que los hay que los tienen bien puestos, y Zaplana lo ha demostrado ya unas cuantas veces.

Miguel Vinuesa

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