La última visita de Su Santidad Benedicto XVI a Turquía marca una nueva etapa en la relación entre cristianos y musulmanes, sino que está un paso más cerca de poner fin al cisma iniciado hace poco menos de mil años entre las Iglesias Oriental y Occidental. Unos pasos que ya emprendió Pablo VI en su visita al país asiático y que han adquirido un significado especial en este nuevo pontificado.
La labor no ha sido pequeña, y es importante de cara a la unidad a la que aspiramos los Cristianos en nuestras oraciones. El Patriarcado de Constantinopla es uno de varios, ya que no gozan de la centralidad de la Iglesia Católica Apostólica Romana, pero está lleno de simbolismo: fue el primer patriarcado en los días del Imperio.
De la declaración conjunta que han hecho esta semana con Bartolomé I es muy explícita y clarividente en su tercer punto:
“Nuestras tradiciones constituyen para nosotros una herencia, la cual debemos compartir, promover y mantener actual constantemente. Por ello debemos fortalecer la cooperación y nuestro común testimonio hacia todas las naciones”.
Sin estas importantes consideraciones no podemos entender un posterior diálogo con el Islam. Un diálogo que, en todo caso, se debe hacer con aquellos sectores que rechazan sin contemplaciones la violencia radical y la utilización del Nombre de Dios como pretexto para dar muerte a los “infieles”. No es sino de sentido común, a menos que nuestra mente sea terriblemente estrecha.
El desafío de la unidad, por tanto, tiene hoy más vigencia que cuando Juan Pablo II visitó a su vez Turquía (la tierra, por cierto, de su ejecutor fallido). Hoy los Cristianos necesitamos, sin mayores contemplaciones, el encontrar una común unión y conseguir llamarnos unos a otros “hermanos” nuevamente. Sólo así podremos tener la fuerza moral de enfrentarnos a un reto como es el de una religión tan plural en sus interpretaciones como es el Islam.
Miguel Vinuesa
Saturday, December 02, 2006
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