En abril de este año se estrenó en el Canale 5 de la televisión italiana, y luego en todo el mundo, la película Karol Wojtyla. La historia de un hombre que se convirtió en Papa, que cuenta la vida de Juan Pablo II desde la invasión nazi en Wadowice durante la II Guerra Mundial, hasta su elección como Romano Pontífice el 16 de octubre de 1978 a los 58 años de edad.
Interesantísima película muestra con sabiduría e inteligencia los aspectos históricos que contribuyeron a forjar la personalidad de Juan Pablo II. En ese sentido para mucha gente puede resultar novedoso ver a un Papa que no es producto de sacristías e inciensos, sino que ha crecido siendo parte activa de los acontecimientos más terribles del siglo XX. Un Papa que sabe lo que es la vida del obrero, lo que es la persecución, lo que son las dictaduras, lo que es la violencia. Que ve cómo poco a poco se va quedando solo. Éste es el aspecto más emocionante y pedagógico del filme. Sin embargo, están menos desarrollados los aspectos de la vida de fe de Wojtyla, su vocación, su conciencia de hombre orante, y que se echan de menos. En el recorrido que realiza la cinta comprobamos cómo siente la vocación sacerdotal, para acompañarle a continuación en los años duros del comunismo, cuando era acosado por los espías del régimen, vemos su ordenación episcopal y su relación con el cardenal Stefan Wyszinski, así como le encontramos apoyando a los obreros en Nova Huta.
Con una interpretación sobresaliente de todo el reparto, y una puesta en escena muy realista, la película insiste en la debacle nazi y en el problema sobre el comunismo. Estructuralmente, podremos decir que durante la primera hora y media se ponen de relieve los aspectos más duros para el joven Farol, mientras que la última parte desarrolla sus vivencias como profesor, obispo y cardenal. Entre los episodios más representativos, encontramos la iniciativa de Wojtyla de pedir perdón por los pecados de la Iglesia, las dos intervenciones en el Concilio Vaticano II -apoyadas estéticamente con imágenes de archivo- y las votaciones en el cónclave que lo conduciría a ser proclamado Sucesor de Pedro. Inventada o no, resulta deslumbrantes las secuencias que llevan al proceso de conversión del espía que le sigue los pasos. También, el milagro conocido sobre la mujer de un amigo, al que le habían detectado cáncer de pulmón, plegaria por la que el futuro Juan Pablo II rezó al padre Pío.
Existen sobradas muestras de la simpatía del protagonista, hasta la desarrollada en el cónclave cuando mira los zapatos del resto de cardenales, cuando dice misa sobre una canoa boca abajo, o cuando el gran Wyszinski, examina su vestimenta tras el nombramiento como obispo. Y así, un largo etcétera de anécdotas y de frutos sabrosos de un filme con un guión impecable y una realización soberbia, donde el cineasta Battiato mira a los personajes de manera muy íntima. La misma forma con la que Wojtyla nos ha mirado durante 26 años.
1 comment:
Déjame decirte que me ha conmovido esta crítica. Sin duda, es una película que merece verse, y sin duda lo haré.
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