Por si alguien tenía dudas, y pese al tinte de culebrón que había adquirido en la última fase de su aprobación, el Estatut sigue en pie, y camino de Madrid. El próximo paso, el próximo Martes, cuando el presidente del Congreso, Manuel Marín, lo reciba.
Un estatuto espantosamente amplio, con cuatro veces más artículos que el actual. Un estatuto, pura y llanamente, socialista, dispuesto a controlar hasta el aire que respiran los catalanes. A ese tedio y tortura de varios centenares de artículos se va a someter a los diputados del Congreso, a ese esperpento que simula "progreso" y devuelve Cataluña a la edad media. Aún peor, la libra del dominio aragonés.
Esperpento, sí. Porque llegamos a tal situación de ridiculo, que ni las más grotescas fantasías de Ramón del Valle-Inclán hubieran podido plasmar semejante obra de locura. Un país que, en el siglo de la aldea global, se destroza en luchas políticas de región contra región, y comarca contra comarca. Y sino pregunten ustedes en el Valle de Arán lo catalanes que se sienten.
Lo mejor para reír, aunque bien se podría llorar, son las reacciones de la vicepresidenta, cuyo horrible rostro siempre se ofrece por el del Presidente. "Se dijo que se aprobaría lo que vendría, pero se modificará lo que sea inconstitucional". Eso no sentaría nada bien a Carod-Rovira si no supiera que es todo mentira. Un window-dressing para tranquilizar a los Españoles mientras se reparten el país entre Catalanes, Vascos, Andaluces y Gallegos.
Es evidente que a Zapatero le importa muy poco el devenir de España mientras siga siendo presidente, pero como dijo Kurt Russell en una de sus pelis "¿presidente de qué?". Del Gobierno, ante semejante secesión masiva, más bien no. Del "desgobierno" sería más apropiado. Sobre todo cuando un país necesita trasvases, y nos venden desaladoras ; cuando un país necesita policía, y nos venden Legionarios ; cuando un país necesita unidad, y nos dan estatutos.
Miguel Vinuesa
Saturday, October 01, 2005
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